martes, 26 de febrero de 2013

Enamorarse a nuestra edad

A nuestra edad, después
de más de un cuarto  siglo, el
amor ya recorrió caminos
dobló esquinas y optó por
encrúcijadas...

Ya erró, ya acertó, ya
resbaló, ya se arrepintió
e inevitablemente el
tiempo se fue.

Se vivió el amor, se perdió el
amor, algunos por la mano de Dios,
otros por el debilitamiento
de la vida en pareja.

Hoy nuestra mirada en la
dirección del amor continúa más
linda, despúes del largo camino de
los sentimientos, aprendimos a
amar, a dividir y a multiplicar
sin oportunidades de disminuir en
el conocimiento del sentimiento
del amor.

El amor maduro
llega despacito y
se aloja en nuestra vida,
sin tiempo para acabar.

La caminata entre dos es
más serena, existe la
compicidad, el cariño es
más espotáneo, no nos
inhibimos frente al
querer la sintonia es
completa y los recuerdos
son depositados en el
albúm de las nostalgias,
que gusrdamos de un
tiempo que no volverá.

Enamorarse a nuestra edad es
llevar la ternura en la mirada
el brillo es más intenso, el
deseo de no quivocarse es más
fuerte.

La construcción de la
caminata entre dos es la suma
del querer, es el encuentro de
dos almas aplaudidas por dos
corazones que dividen la
emoción de amor.

Las actitudes
menudas, los gestos
y los detalles son
los alimentos que
sustentan ese amor.

Vivir en pareja es la alegria
de la compañia, de la
caricia tierna, de los besos
todavia calientes,
miradas insinuantes, cuando
el deseo se manifiesta y la
promesa en la mirada de
que, cada amanecer , será el
día más bello entre
dos seres que encontraron
el amor.



Nuestro secreto

No me preguntes más, es mi secreto,
secreto para mí terrible y santo;
ante él me velo con un negro manto
de luto de piedad; no rompo el seto

que cierra su recinto, me someto
de mi vida al misterio, el desencanto
huyendo del saber y a Dios levanto
con mis ojos mi pecho siempre inquieto.

Hay del alma en el fondo oscura sima
y en ella hay un fatídico recodo
que es nefando franquear; allá en la cima

brilla el sol que hace polvo al sucio lodo;
alza los ojos y tu pecho anima;
conócete, mortal, mas no del todo.